EN EL CAMPUS MARANATHA.
Un estudio de 2014 de la Agencia Europea de Derechos
Fundamentales reflejaba que uno de cada dos niños y niñas gitanos acudía a un
centro preescolar o una guardería en la etapa de educación infantil. España,
con un 78%, se encuentra en segunda posición, por detrás Hungría (83%) y por
delante de Francia (58%), en cuanto a niños y niñas gitanos que asisten a
preescolar o jardín de infancia. La participación en la educación se reduce
considerablemente después de la enseñanza obligatoria. En este sentido, España
registra un porcentaje muy reducido (3%) de población gitana, de entre 25 y 64
años, que ha completado al menos la educación secundaria. Y eso a pesar de que
en la población gitana española la matriculación en educación primaria se
encuentra generalizada, pero es a partir de los 15 años cuando el número de
chicos y chicas gitanos escolarizados desciende de manera muy significativa.
Los resultados académicos en primaria y especialmente en
secundaria son muy inferiores en comparación con el alumnado no gitano y los
porcentajes de personas gitanas con titulaciones post-obligatorias son muy
reducidos. Un 50% del total de la población con 16 años cursa bachillerato
mientras que en la población gitana este porcentaje desciende de forma drástica
a un 3,4%. A eso se unen los elevados porcentajes de abandono antes de haber
completado la educación secundaria no obligatoria (63,7% de la juventud gitana
entre 18 y 24 años abandona frente al 25% del conjunto de la población), pues una
parte del alumnado no tiene recursos suficientes para costear materiales
escolares o comidas. Además, la masificación y la falta de clases de apoyo
hacen que los alumnos con más dificultades no puedan seguir el nivel del curso y
se sienten discriminados. Fiel reflejo de esta situación la podríamos encontrar
en el barrio de La Coma, mole superviviente bajo el estigma perpetuo de los
bloques marginales y la población difícil. «De La Coma al retén, un santiamén»,
proclamaba una pintada en la pared en los años noventa.
Corría el mes de febrero de 2015 y la Penya Valencianista
per la Solidaritat junto con la Asociación de Futbolistas Veteranos del
Valencia se planteó contribuir a la formación de jóvenes gitanos y/o
pertenecientes a grupos de exclusión social para luchar contra el abandono
escolar y mejorar su rendimiento estudiantil. Para ello se realizó la primera
edición de un proyecto piloto llamado “campus de fútbol Maranatha”, programa
que duró un trimestre y en el que participaron quince jóvenes nacidos en los
años 1999, 2000 y 2001 y que cursaban sus estudios en centros con problemas
concretos como el I.E.S. Federica Montseny y el Vicent Andrés Estellés, de
Burjassot, y el I.E.S. La Coma de Paterna. Así, los veteranos del Valencia
entrenaron a los muchachos y éstos se comprometieron a mejorar su rendimiento
escolar desarrollando doce sesiones de entrenamientos y tres “master class”
dirigidas por el Presidente de la A.F.V.C.F, Fernando Giner. El proyecto fue
una propuesta de la Asociación Maranatha a la Penya Valencianista per la
Solidaritat a través de Antonio Salvador y Norberto Rius como conformadores del
proyecto. Este convenio fue firmado por José Alfredo Maya, presidente de la
Federación Maranatha de Asociaciones Gitanas, José María Tomás y Tío,
presidente de la Penya Valencianista Per la Solidaritat, José Luis Zaragosí por
la Fundación del Valencia (aportantes de equipajes) y Fernando Giner,
presidente de la Asociación de Futbolistas del Valencia CF, acompañados por
Ricardo Arias, Lluis Pascual y Arturo Boix.
El resultado de este proyecto fue que se consiguió trabajar
la motivación a través del deporte, contando con la implicación de sus padres
para, entre todos, crecer y compartir nuestros valores. Antes tenían que
levantar a sus hijos de la cama para que estudiaran un poco. Después, el saber
que si no estudiaban hacía que no pudieran entrenar con los cracks de nuestra
historia hizo que el compromiso llegara por sí solo. Y otro milagro más: un
equipo de chicas gitanas juegan a fútbol superando los recelos familiares…