MADAGASCAR EN NARANJA Y NEGRO.
Madagascar es uno de los países
más pobres del mundo. A pesar de los altos precios de la vainilla,
producto local estrella, el promedio de ingresos al día es inferior a un dólar,
mientras tanto el 70 % de los malgaches viven por debajo del umbral de la pobreza.
No podemos quedarnos con que sea sinónimo de películas de animación,
atracciones turísticas y fauna espectacular, pues su situación real, sin
importancia geoestratégica, es la de que no recibe atención de otros países
pese al hambre generalizada, el aumento de la pobreza y las enfermedades
infecciosas. Algunos índices socioeconómicos son desalentadores pues la
esperanza de vida de los veinte millones de malgaches es de 56 años y la mitad
de ellos no tiene acceso a fuentes de agua potable.
Nos remontamos por tanto a octubre del año 2007 para ver la
alianza de la Penya Valencianista per la Solidaritat con la ONG local Amigos de
Bel Avenir y llevar a cabo el proyecto de construir un centro educativo deportivo
y medioambiental en un pueblo costero llamado Mangily que se sitúa a 40 kilómetros al norte de la
zona de Tulear. José Luis Guirao es un gaditano casado con una malgache que
durante cinco años estuvo consiguiendo el alivio de la vida de miles de niños
en Tulear comandando esta institución.
El proyecto consistió en llevar a un grupo de setenta niños
que fueron los beneficiarios de una semana de ocio deportivo que permitió la
integración de los niños desfavorecidos y aportó una alternativa creíble a la
realidad diaria de la venta ambulante, la prostitución infantil y el vagabundeo,
dando posibilidad de que participaran en torneos semanales de fútbol,
baloncesto y voleibol, e incluso actividades culturales añadidas como el cine
forum. Los niños fueron sensibilizados en temas de higiene diaria, cosa muy
necesaria en aquel lugar, respecto al medioambiente el VIH, el paludismo, los
derechos de los niños y la igualdad de género. Los animadores malgaches que
aportó la ONG Bel Avenir, junto con técnicos de la propia institución, se
encargaron del desarrollo del proyecto cuyo objetivo principal fue ofrecer a
los niños desfavorecidos del sur de Madagascar una alternativa de ocio positivo
a través del deporte. La aportación económica realizada por la Penya
Valencianista per la Solidaritat se destinó a la compra de material deportivo,
la construcción de las pistas deportivas y los gastos generales de los niños
que incluyeron su transporte, su comida, su material de limpieza y sus gastos
de mantenimiento.
Aparte de ofrecer apoyo pedagógico a las escuelas públicas e
instituciones que trabajan con los niños marginados, las actividades deportivas
fomentan el espíritu comunitario y el intercambio de culturas de más de 3.500
niños, por lo que también la creación de ocho puestos de trabajo animó la
voluntad que tenemos para que la economía local se beneficie de este impulso. Los
beneficiarios son, como decimos, los círculos cercanos a dichos niños, escuelas
y demás instituciones junto con voluntarios extranjeros. Un tema no menos
importante es la viabilidad del proyecto una vez finalizada la ayuda externa,
que se resolvió gracias a que esta ONG, fuertemente implantada en el país, tuvo
unas actividades generadoras de ingresos que le permiten su supervivencia y su
autonomía dentro de un país que perenniza a largo plazo una gran parte de sus
actividades.
Esta isla también sorprende porque la aldea que da nombre al
Parque Nacional de Andasibe tiene un campo de fútbol roído por la humedad del
Indico pero, en este trasfondo de tristeza, su equipo local viste con equipaciones
impolutas de naranja y negro. Cuando nos acercamos, no hay duda; La Penya
Valencianista per la Solidaritat también ha equipado a sus jugadores.
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